Sable (Prólogo)

sábado, septiembre 27, 2008

Tenía ganas de fumarme un cigarro, a pesar de que mi doctor recomendó ampliamente que dejase ese hábito... simplemente me resulta imposible por el frío que hay, tanto en la ciudad como en mi pecho.



Las calles de Santa Cruz nunca habían estado tan vacías; latas de cerveza adornaban las vías reflejando la luz de los faroles, muchos papeles simulaban un tornado en algún callejón lejano y la película de moda se apoderó de todas las vallas publicitarias. Desde que la lucha de clases se puso de moda en la región, los llamados 'indios' se refugiaban en sus barrios, mientras que la clase oligárquica se mantenía al margen de las zonas que más les gustaba frecuentar; los lugares donde venden ropa usada 'pero de marca', la tienda de celulares con precios módicos, la tienda de calzados improvisada en una esquina con tres cajas grandes llenas de mercadería directa de fábrica o aquellos restaurantes de paso donde la gente come agachada para que no les vean el rostro. La tensión era tal que el aire se podía cortar con tijera. Lo penoso de la situación era que ninguna de las partes usaba la tijera para favorecer la metáfora del aire... la utilizaban para dañarse entre ellos.

Esta noche, como todas, decidí darme una vuelta por aquellos refugios y no fue mayor mi sorpresa al ver que la noche se vivía como en cualquier otro lugar de clase superior; ropa de marca, cigarros, bebida, autos de lujo, luces parpadeantes, cuartos oscuros, música al vivo, licorerías abiertas las 24 horas y un conglomerado de características peculiares y similares que distinguen al otro bando, o mejor dicho, a la otra clase. La única diferencia era el color de piel y tal vez la manera de hablar. Mi cabello largo y la chamarra que uso hace 19 años permitieron que pase desapercibido entre ellos; oculté mis ojos bajo un mechón y escondí la camisa blanca a rayas entre el negro del cuero. Algunas personas me saludaban alegremente desde sus autos, me invitaban a compartir algo o simplemente levantaban la mano y gritaban, Cómo es, hermano, que tal la vida y la mujer, yo les contestaba, Todo fresco, amigo, un saludo.

Paré en una esquina donde rezaba un gran graffiti, I am cooler than the other side of your pillow (Estoy más fresco que el otro lado de tu almohada), y le tomé una fotografía. Me encantaba estudiar la filosofía de la calle, que tan lejos ha llegado por sí sola a penetrar la mente de los mortales. En las escuelas y en las universidades intentan encajarle a la gente a Platón, a Marx y a Smith -que de por sí es un conceptólogo y no un filósofo- en base a la memorización de su manera de ver el mundo. Alguien cree que se puede llegar lejos conociendo la teoría y no la práctica cuando se habla de entender al universo, me preguntaba. De nada nos sirven las utopías y las divisiones implícitas de las ideas si no comenzamos por vivir en carne propia nuestro propio universo. ¿Qué tan lejos puede llegar Sólo sé que nada sé si desconocemos lo que significa Ser, propiamente dicho? Eso me preguntaba cuando tropecé ligeramente con una piedra. En la calle, algunas personas se riéron de mí, me apuntaron con el dedo y seguramente fui motivo de conversación después.

Mi viaje, esta noche, terminaba en un lugar llamado Los Tres Faroles. No había ningún letrero, pero un correo electrónico hace dos días mencionó aquel lugar y su interesante acogida. Sin mucho teatro, toqué la puerta tres veces. Abrieron y pasé...

1 aportaciones:

Anónimo dijo...

ta wena , lo unico que no me cabe el por q del titulo