Historia con Etiqueta (1)

jueves, abril 24, 2008

Hoy empiezo una mini-historia de unos 3 a 4 posts; todos los jueves.

Un abrazo.


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Recientemente no nos hemos visto mucho. En teoría, el tiempo ha pasado, tenemos algunas líneas invisibles en nuestra frente y algunas marcas del acné en nuestros pómulos. Los edificios han crecido con respecto a la posición del sol y nosotros, algo más viejos, nos hemos vueltos aún más minúsculos en este mundo globalizado y conectado por redes no tan visibles, no tan sumisas, pero totalmente extrañas e indiferentes a nuestra situación. Volábamos con frecuencia. Nuestros destinos iban marcados por un paralelismo extraño; nunca chocábamos. Te veía atravesar las puertas de embarque con una lucidez de modelo de pasarela, mientras yo parecía un ekkeko, cargado de huevadas, sin un cigarro que me presente preliminarmente, pero con una vestimenta típica de un trotamundos; gafas de sol compradas al paso –nada caras por cierto-, un reloj de pulsera –sí, de esos Water-Resist- unos jeans de marca –tal vez vale más que cualquier cosa que tenga, pero sólo tengo uno- una camisa con flores –típica de las zonas con calor- y un bolso con lo indispensable para vivir; mi computadora portátil, una muda de ropa, mi cepillo de dientes, el GPS –nunca falta una loca y un bosque de pinos-, un buen libro –cualquiera- y mi calienta agua para las eventuales tazas de café que se enfrían en mis paradas en los restaurantes de los aeropuertos.

Éramos buenos amigos. Solíamos felicitarnos en los cumpleaños, llevar algún que otro vinito, una tabla de quesos, unas galletas, o simplemente las servilletas que hacían falta en nuestras esporádicas reuniones. Nuestros amigos nos veían con buenos ojos, les agradaban nuestros chistes, tus estornudos, mi risa, la ingenuidad del tiempo y lo sarcástico que era a veces a las horas de las despedidas. Tu vestido rojo, con motas, mi camisa también roja, cara, con algunas manchas del guisado aquel que comimos una noche lejana, de clima cálido, de duros resentimientos, de extraña tranquilidad. Era una noche de tormenta, con un calor insoportable. A pesar de la distancia, podía sentir que tenías tu vestido puesto. Aquella noche recordé por qué me había puesto mi camisa roja también. Deduje, mientras iba al supermercado –así como lo hacíamos regularmente- que un día como hoy irías a comer un guiso –como la vez aquella también que nos quedamos pensando en qué podríamos hacer si tuviéramos la posibilidad de viajar en el tiempo, y dije entre dientes, porque habían unos alemanes al lado nuestro, que mataría a Hitler sin pensarlo dos veces, en lo que contestaste que toda persona que pudiera viajar en el tiempo lo haría, nos reímos, manché mi camisa, tú, en un sentimiento de culpa involuntario, intentaste limpiarla, yo te dije no te preocupes, tomé tu mano con la servilleta de tela empapada en jugo de guisantes y zanahorias, la puse en la mesa y, una fuerza sobrehumana me dijo, bésala, y lo hice, y lo seguimos haciendo hasta que… -. Era nuestro aniversario. Cumplíamos más de seis meses sin vernos.

(...)

2 aportaciones:

Anónimo dijo...

Ko!!

k se kasen!! ñeee..

^^

kiero ver el prox jueves!! XD

k sea jueves!! Grrr!!!

Anónimo dijo...

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