Tiempo

martes, septiembre 22, 2009


El tiempo es como una regla que utilizamos para medir la magnitud de nuestras consecuencias, sean cuales sean estas, buenas o malas.

Nunca imaginé llegar a elaborar tal aforismo. Tal vez mi pensamiento crítico ha evolucionado al extremo de poder definir al Tiempo de una manera tan imprecisa como correcta. Digo imprecisa porque la magnitud del enunciado no se compara con los grandes postulados de la edad moderna o los clichés de la contemporánea. No pretendo tampoco compararme, simplemente cito algunos puntos temporales para, uno, desmarcarme de ellos y dos, para, contrariamente, aventurarme a la crítica.

Sucede entonces que el Tiempo sería catalogado de por sí -si es que no lo está ya- como otra de las infinitas unidades de medición. Tal vez para mí, ahora, decir cosas como Pies por segundo o Kilómetros por hora tenga un poco más de validez que antes. Y es que no importa la distancia recorrida; lo que realmente importa es el tiempo transcurrido. Aunque cabe aclarar que esta es una mera opinión personal, sujeta a cambios... según el pensamiento evolucione en el tiempo.

Manera pues, de definir nuevamente el tiempo. "Para entender al Tiempo, primero hay que entender al Tiempo". No es que la recursividad haya perturbado mi espíritu o haya adoctrinado mi manera de ver las cosas; simplemente me ha hecho comprender que para salir de un ciclo de completa ignorancia o desconocimiento, debemos recorrer el mismo camino una y otra vez hasta encontrar una respuesta convincente -no necesariamente correcta-, acumular resultados -o experiencia- y enfrentar a esa ignorancia con fundamentos. El Tiempo fiscaliza nuestros pasos y a su vez sigue su propio camino. La meta siempre es la misma; uno mismo.

Al perder la noción del tiempo, perdemos el camino. Y al perder el camino, no nos queda otra solución más que volver a comenzar, midiendo la magnitud de nuestras consecuencias, sin caer en los mismos errores y procurar escapar de tantas cosas que perturban nuestro espíritu.

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