Payaso (II)

lunes, febrero 16, 2009


Soy payaso, de profesión. Mi número se basa en hacer pantomimas. No tengo dinero para comprarme aquellos zapatos que todos los payasos usan... sin embargo, suelo caminar derecho, como todos ellos, me hago notar como todos ellos... pero el miedo me corrompe. No he podido ensayar desde que tú no estas... porque tu voz acallaba el constante compás del tiempo...

Claro, no nos remitamos a ese sonido... tu acallabas mi soledad y la hacías reir.

Los ensayos han sido totalmente nefastos; mis pies me han comenzado a doler... y es como si le colocara sal a la herida... cada segundo que pasa, es una noche perdida en el intento de pensarte y materializarte aquí, en la esquina de la cama, ladeando tu cabeza hacia algún lado, donde no te de el sol pero sí los rayos de la luna.

Los números no son los mismos desde que te fuiste; tuve que aprender a automaquillarme y la sonrisa que dibujo en mi rostro no es más que una mueca perversa, un arco, una parábola sin vértice. Mis ojos no han vuelto a ser los mismos; no necesito pintura para que se noten a distancia... las lágrimas han vuelto incorruptibles ciertas zonas de mi piel... y en varios parpadeos intento quemar en mis pupilas el reflejo de una foto tuya, mientras anuncian mi número en escena, para verte en un rincón entre el público.

El parabrisas del auto y la humedad de la atmósfera hacen que la luz de la luna se refracte y la haga más grande de lo normal. ¿Las lágrimas tendrán el mismo efecto con un corazón que clama por tu perdón y retorno?

El cuarto de ensayos más parece un salón de baile, con pisadas pintadas en el suelo, con numeritos dibujados al lado de los pequeños pies negros, que hacen de tantas manchas una coreografía. Allá en la esquina hay 7 huellitas, falta una porque es el paso final y tú estás... o estabas abrazada a mí y levantabas un pie en pos de finalizar el acto... Es difícil tener tres pies para mejorar aquella obra maestra que creamos juntos...

La comida siempre esta fría, o congelada, quemada... las mañanas no son iguales; el rocío de madrugada empaña las ventanas y no puedo ver aquel punto fijo que veías todas las mañanas... la iglesia donde nos conocimos y donde por algún motivo se bifurcaron nuestros caminos...

He ganado buen dinero acá en la ciudad... pero a costa de un martirio diario... el no poder hacer nada con él... He ganado prestigio pero no vale nada si no estás acá. He ganado todo, pero he perdido aun más...

Regresa...

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