Cada vez que mi madre llama a tomar el té junto a mi hermana, suelo tardarme un poco en bajar. A veces me encuentro ocupado resolviendo algunos asuntos internos -como si fueran tan importantes- o simplemente me tardo para que me llamen por segunda vez; total, el tiempo no corre mientras uno come.
Hoy hay, comienza mi madre, galletas y palitos de pan. Palitos de pan. Sonrío y contesto, Galletas está bien, gracias. En eso me siento en uno de los sillones y te veo ahí, sentada también, con esa polera celeste que tanto te gustaba y ese jean casual que entallaba tu figura de la mejor manera -¿recuerdas cuando te decía que eras una escultura?, a algo así me refiero con la acción que ejercía el jean casual en ti-. Me decías suavemente, Quiero que me enseñes algo, Qué cosa, te contestaba, en el mismo tono, bajo y confidente, Quiero que me enseñes a amarte. Bajé la mirada ofuscado, Eso debemos aprenderlo entre los dos. Adiviné que visumulaste mi sonrisa bajo esa sombra que oscurecían mis ojos, O acaso no recuerdas lo que pasó hace unas semanas, terminaste diciendo de una manera tan tierna que casi caigo en la fantasía.
Te paraste suavemente y me dejaste sentado en el sillón. Intenté levantarme, pero tu índice, ese dedo que había recorrido cada centímetro de mi ser, detuvo mi disimulada estampida posándose firmemente sobre mi frente, Qué sucede ahora, te dije, siguiendo ese tono de complicidad, Nada, sólo quiero que te sigas muriendo de ganas por mí ahí sentado. Mientras decías eso, noté que vocalizabas cada palabra, que tus labios me llamaban suave pero furtivamente a tomarlos en batalla, a ganarlos en conquista, a poseerlos como tesoro y valorarlos como rey. Y no podría ser al revés, me atreví a decir, A qué te refieres, A que te paraste, porque ya no soportas a que esté acá sentado sin hacerte nada. Con un movimiento rápido pero certero, te tomé de la muñeca, besé tu dedo y te atraje hacia mí, posándote en el sillón de una manera tan rápida que seguías diciendo, Y eso qué fue, mientras juntaba mi boca con la tuya.
Tus dedos son como Palitos de Pan, te dije, porque el día en que fuimos uno, aquella noche de galas y sorpresas, de estrellas y peligros, de mantas y almohadas, tú viniste a mí con una bolsa de estas cositas, largas, mágicas, me engañaste diciendo que querías comerlos conmigo. Jamás tocamos pedazo, por el contario, revelaste tus verdareas intensiones. Querías estar conmigo, nada más. Comernos a besos, tal vez, llegar hasta donde nadie llegó y reclamar esas tierras como propias, caminar por ese sendero de curvas, de endiduras, de humedad, de temblores, de lluvias, de frondosos cabellos, de pequeñas montañas.
Tus dedos son como Palitos de Pan, me dijiste, porque el día en que fuimos uno, aquella noche de riesgos, de oscuridad, de ropa, te tenté a conocerme y aceptaste el reto. Te propuse caminar lentamente por cada centímetro de mi conciencia, sin palabras, sólo con besos. Llamé por su nombre a tus manos y vinieron tal cual las había dejado; expectantes... Y lo hiciste con tal delicadeza que ahora, aquí, en tu sillón, quiero que hagas el segundo viaje, que descubras más tierras, más tesoros. Quiero que le pongas tu bandera a cada nuevo paraje. Te quiero aquí, conmigo.
Al cerrar los ojos, lo demás no importó...
Vas a empezar a comer, dijo mi madre con un tono conocido. Oh, si, claro, disculpa. Y mientras la primera galleta fue untada con dulce de leche, vi que fuimos de la mano hacia el segundo piso. Agaché la cabeza como aquella vez y susurré, Yo también quiero tu bandera en cada rincón de mi ser, pero especialmente, acá, en mi corazón.
Al escuchar el ruido que mi perrito hizo al entrar por la cocina, voltée hacia las gradas para vernos nuevamente, corriendo cuesta abajo, alistando tu mochila y tus zapatos, para que vayas en paz y con la gloria de nuestro amor por otros rumbos...
Lejos de aquí.
2 aportaciones:
me gusta, me gusta ver como reflejas tus sentimientos y tu vida a través de las palabras.... es bueno, o por lo menos a mi me gusta mucho
PRRRRRRRRRRRRRRROOSTIII!!!
jajajajajaja y esto?
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