Qué te puedo decir. Hoy me siento un tanto apenado. Tal vez fue por la comida de las doce, el postre que nos sirven desde hace días o la mala calidad de las servilletas -he tenido serios problemas en la mesa últimamente por su causa-.
No, mi malestar no es por la comida.
He perdido mi cortauñas en alguna parte. Pienso que no es una coincidencia, ya que el uñero que tengo escondido en alguno de los dedos que mi pie tiene para ofrecer me despierta de las constantes pesadillas que he tenido -y tengo-. Las largas uñas de mis manos hacen un típico pero no tan agraciado contraste con esta barba seca de días y días de tampoco encontrar la navaja de afeitar, -tal vez soy yo el que esconde todas las cosas; uno nunca sabe-. A decir verdad, estoy listo para tomarme una foto para algún tipo de portada de libro, ahora que está de moda el realismo y el pesimismo.
Mi apariencia no refleja del todo mi estado de ánimo. He fijado una cita con el estilista para las cuatro de la tarde del lunes que viene -es para cortarme el pelo, no te asustes-. Seguramente hará un escándalo de todo esto y hará reír a más de uno con su idiosincrasia -o tal vez tiene hartos a muchos ya-.
Sé que tengo los días contados; para la muerte, para dejar de trabajar, para por fin tener el doctorado en mis manos, para encontrar a la mujer que no pueda inventar, para pelearme con alguno de mis amigos, para lograr grandes cosas, para terminar de decirte tantas otras. No te aflijas con el comentario de la mujer; simplemente es una abstracción. Sabes que te quiero a ti por sobre muchas cosas -si digo todas, es casi seguro que me excomulgan de algún lugar y hoy no quiero problemas-.
Sinceramente, hoy no sé por qué amanecí así. Estoy seguro que es porque se me olvidó algo, o se te olvidó algo. Paulatinamente me he hecho malo para recordar fechas, dado a que no existen días para recordar últimamente. Pero estoy seguro que algo pasó por este rango de días.
Tal vez son de esas cosas que uno no se olvida, pero que tampoco recuerda, sino que son parte de la vida de uno.
Aunque sé que cuando lo recuerde, o moriré de pena o me alegraré rotundamente. Los extremos sí son una de mis especialidades y sé que esta no será la excepción.
No me queda más que esperar; es posible que una sonrisa tuya o algún dejo de indiferencia despierten en mí curiosidad. Como es costumbre, sé que sabes de qué estoy hablando y no descansarás hasta hacerme recordar.
Me despido, cordialmente.
N.C.
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