Pesimismo

lunes, octubre 12, 2009

El ser humano es malo por naturaleza. Le inquieta mucho el éxito ajeno y lo hace pensar mucho aquella situación incómoda de la envidia, que le dicen. Generalmente no suelo atrapar un concepto mezclándolo con ironía, pero es terrible pensar que incluso el que escribe estas líneas se ha sentido tentado y hasta algunas veces ha realizado aquella acción banal de correr y tomar la opción más equivocada que, aun sabiendo que puede ocasionar daño, se ejecuta al pie de lo que dicta esa voz contraria a lo que nos susurra la conciencia.

Esas equivocaciones voluntarias, esos errores que conllevan otros, no tienen un fin común; es decir, el objetivo es el daño que se hace en el presente, sin importar qué suceda en el futuro.

Caemos lentamente en esa monotonía de crear conflictos innecesarios, llamar la atención de la peor forma y llegar inclusive a jugar con las personas, prometiéndoles cielo y tierra en un planeta donde ambos tienen dueño. Y aunque parezca paradójico, hacer mal las cosas es lo que hace girar al mundo hoy en día.

Y es que el amor, los valores y la magia de la honestidad son mañas de unos cuantos, trucos de unos pocos. El conocimiento pesa, pero no desequilibra la balanza; más bien, esa valoración casi nula que se le da al conocimiento ahora, en las relaciones sociales, nos hace caer más en ese vicio de la mentira, del qué dirán, de esa conformidad barata.

Esta muy en boga el término de 'tolerancia'. Pero esa 'tolerancia' no puede ir ligada a la fidelidad, al cariño, al respeto, a la confianza. Esa tolerancia es perfecta para aceptarnos tal cual somos, no para maltratarnos con lo que somos -o pretendemos ser, ya no se sabe-.

Y es que en un mundo globalizado, no hay verdad absoluta. Pero tampoco hay una verdad relativa en la cual apoyarnos; todos son supuestos e invenciones...

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