Tengo la guitarra en la mano
dispuesto a cantarte el último adiós
[de esta semana]
y pretendo disculparme en unas horas,
para variar un poco la espera entre tus días
y mis disfunciones.
No entiendo por qué colgaste el teléfono la última vez
pero ten por seguro que a mí no se me acabó la batería
[se me acabó la paciencia]
pero como todo lo supérfluo,
puse a recargar mi espíritu para no fallarte
[una vez más]
y lograr las ocho horas que me dice el manual
[y así estar en paz].
A pesar que no aguantas mi bromas
yo sí me aguanto tus mentiras
por más pícaras que sean mis observaciones
no se comparan con tus verborragias...
y en repertorios, cómo andamos
[me ganas por goleada].
Y sí, cuando tengo ganas te duele la cabeza
cuando tienes ganas yo no estoy en casa
es hora de colocar un reloj en la sala
para ponernos de acuerdo aunque sea una vez
[en la hora de la reverenda cena].
Ya no quiero seguir discutiendo
pero la comedia no me lo permite
es ley del ser humano la complejidad
y tú eres experta en hacer nudos, así que
[antes de seguirnos matando
iré en búsqueda de una tijera].
Lo peor del caso es cuando tengo algunas cartas y las barajo,
sé que el poker no te gusta y juegas a destajo
sé que no sabes qué es una escalera ni mucho menos un par en mano,
pero no es motivo para que cada vez que juguemos
[tengamos que mandarnos ambos, indistintamente, al carajo].
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